Si nos empeñásemos
en trasvasar de una vasija a otra su contenido líquido una y hasta miles de
veces, notaríamos que, con el correr del tiempo, el agua terminaría por
perderse y las vasijas por finiquitar vacías.
Los motivos
podrían ser muchos: Puntería, pulso, rotura de los envases o, incluso, la evaporación misma del contenido.
Imaginemos que
estamos frente al mar con dos baldes y uno de ellos lleno. Lleno hasta el
final. En el primer trasvase notarás a lo que hago referencia.
Y ahí estamos;
con el mar frente a nosotros… listo y dispuesto para recargar nuestros baldes.
Sin embargo, poco
a poco vamos perdiendo el fluido.
El líquido puede
ser el amor de una pareja, la paciencia de la convivencia, la energía de un
proyecto o la vibra de la propia razón de ser.
Está ahí, en un océano de
posibilidades frente a nuestros ojos. Y sin embargo, que difícil se nos hace
mantenernos llenos.
Walter Rodriguez
@Rodriguez_wal
Foto: Por Walter Rodriguez